lunes, 24 de junio de 2013

El Hijo Pródigo 3.0


Niños y niñas, papás y mamás, os presento al Hijo Pródigo 3.0. "El Hijo Pródigo" es una de las parábolas de Jesús de Nazaret, recogida en el Nuevo Testamento (si no la conocéis, "wikipedia" al canto). 

¿Alguna vez habéis pensado: "si es que vale más la pena suspender, porque apruebas todo y nadie te lo reconoce y mi herman@, que lo suspende todo, aprueba una y enseguida le dan un premio"? Pues eso, el Hijo Pródigo 3.0.

Vivimos en una sociedad en la que se valora lo "raro", lo "excepcional", lo que "pocas veces ocurre". Y en consecuencia, valoramos más un beso de quien "no suele dar besos", una palabra amable de quien "siempre está gritando o insultando", un Te Quiero de quien "nunca lo dice" o una llamada de teléfono de quien "nunca se acuerda de nosotros". Pero lo más gracioso no es eso, noooooooo. Lo más gracioso es que MENOSPRECIAMOS los abrazos de quien siempre está dispuesto a abrazarnos, hacemos oídos sordos de quien siempre tiene una palabra amable para decirnos, infravaloramos un Te Quiero de quien nos lo regala todos los días y somos capaces de honrar de la forma más ostentosa a quien nos llama tras 10 años de silencio, para pedirnos al número de otra persona, y colgamos a quien tan sólo nos llama para oir nuestra voz.

Aquí podría dejar de escribir, porque seguro que ya ha habido muchas tomas de conciencia... 

Entended lo que digo. El problema no está en dar segundas, terceras, o quincuagésimas oportunidades a aquellos que nos dan su amor/contacto con cuentagotas (eso ya depende de muchos factores). El problema radica en que no le damos valor a aquello que sí está a nuestro lado de forma constante, aquello en lo que SIEMPRE podemos contar. Valorar significa reconocer, demostrarle al otro que el esfuerzo que hace vale de algo, que su constancia en nuestras vidas es algo de lo que nos damos cuenta y que, por supuesto, queremos que lo siga haciendo. Y nada de esto ocurre cuando lo relegamos a un segundo plano en el momento en que "aquello" que raras veces nos hace esa otra persona, de repente lo recibimos.

Recuerdo una frase que escuché en un curso: "ella nunca sonríe, pero cuando lo hace con alguna cosa, es porque eso realmente vale la pena" (¿PERDOOOOOONA?) Automáticamente, otra chica que había allí, sonriente y estupenda, se puso seria. Y estoy segura de que no necesitamos ninguno una bola de cristal para saber lo que le pasó por la cabeza...

Juzgamos y ponemos valor a las personas por la Ley de la Oferta y la Demanda Emocional (llamémosle "LODE", que eso de las siglas parece que mola más). Yo te "demando" y no me "ofreces", pues lo poco que me ofrezcas lo valoraré más que si me "ofreces" siempre y no necesito "demandártelo"

Si tenéis hijos, tened esto muy en cuenta. Tendemos a no decirle nada al que "siempre lo hace todo bien", y a enfocar toda nuestra energía y atención en aquel que no nos hace caso, que suspende, que se comporta como no queremos que lo haga, etc. Y eso es un mensaje muy claro para el niño "que no hace ruido". Le estamos diciendo que da igual lo bien que haga las cosas, que nunca serán lo suficientemente buenas como para que le prestemos la misma atención que a su hermano. Y ahí tiene dos opciones: 1.- Pasarse la vida "currándoselo" a ver si por arte de magia logra aquello que haga a sus padres centrar su atención en él (ser perfecionista) y 2.- "Pasar de todo" y no molestarse más en seguir haciéndolo todo bien porque "no vale la pena". Pero al otro hermano, al "ruidoso", le estamos reforzando para seguir así, porque le damos toneladas de atención sin haber hecho nada para recibirlo. No tiene un motivo para cambiar su actitud.

Y en cuestión de pareja... "No te digo na y te lo digo to". Si queremos que lo que recibimos de nuestra pareja siga estando, hagámoselo saber. Si tenemos amigos alrededor a los que valoramos por lo que son y nos hacen sentir, digámoselo. Necesitamos que nos digan si vamos por buen o mal camino. Si nuestro esfuerzo va en la dirección deseada. Para así poder hacer las modificaciones de rumbo oportunas ;o).

Seguro que muchos de nosotros nos hemos sentido alguna vez como el hermano del Hijo Pródigo. No cometamos el error de repetir con los demás aquello que nos hace a nosotros sentir mal. Todos merecemos valor por lo que hacemos.

¡Ale! A hacer recuento de Hijos Pródigos... 

Gracias mil por estar ahí (os valoro muuuy mucho ;o) ).
María MD
www.laplumairisada.es
www.yporqueyonopuedo.es